La mente es tu mejor aliada o tu peor enemiga
Sin mente, para nosotros nada puede tener sentido. Nuestra mente no crea ni dirige todo en la existencia, pero solo a través de ella podemos dar sentido al mundo, y es lo único con lo que podemos trabajar. No hay nada más. Debemos adiestrar nuestra mente, porque es lo que nos hace sufrir.
Desde el punto de vista budista, nuestro sufrimiento proviene de las limitaciones de la mente no Despierta.
En primer lugar, no somos conscientes de las verdades básicas de la existencia; por ignorancia, no hemos comprendido nuestra naturaleza ni la naturaleza de la realidad.
En segundo lugar, confundidos, no somos capaces de controlar nuestra mente. No nos comprendemos a nosotros mismos ni comprendemos nuestras emociones.
Saber controlar nuestra mente es muy necesario porque nuestras ilusiones y condicionamientos mentales nos dominan. Sabemos que no debemos enfadarnos, sentirnos celosos o deprimirnos; nadie que experimente estas emociones las disfruta, y aún así, permitimos que nos invadan. Queremos ser positivos y amables, pero no podemos sentirnos así si no podemos controlar nuestra mente. Además, una mente corriente es muy limitante e insegura.
Nuestra conciencia es restringida y no nos permitimos ir más allá del mundo familiar al que estamos acostumbrados. Tratamos con desconfianza todo lo nuevo o lo que está más allá de lo habitual. Como estas limitaciones nos las ponemos nosotros mismos., es posible llegar a un estado mental diferente.
Nos creamos una ilusión de un yo único e inmutable, un yo individual, y creemos que permanece seguro en algún lugar en nuestro interior, mientras los sentimientos y los pensamientos van y vienen.
Hay muchas teorías sobre la mente; nos referimos a ella y hablamos de ella, pero… ¿Podemos encontrarla en algún lugar? ¿Qué es la mente? ¿Dónde está? ¿Es una parte de nuestro cuerpo? ¿Está localizada en el corazón, en la cabeza o en algún otro lugar?
Damos por seguro que existe; si es así, debe tener ciertas cualidades que se puedan identificar. Pero… ¿Qué sabemos realmente de ella? ¿Qué tamaño tiene? ¿Es grande o pequeña? ¿De qué color es y qué forma tiene? ¿Cómo la podemos reconocer?
Miremos donde miremos, no hay respuesta a estas preguntas, porque lo que llamamos “mente”, en realidad, no existe. No tiene estructura, ni sustancia, ni color ni forma.
La mente no es una conciencia individual, separada, en contacto con el mundo exterior. Es una conciencia momentánea, fugaz, que se activa cuando un objeto exterior atrae a uno de nuestros sentidos. Esto crea un estímulo o una asociación. El ojo percibe una forma y la conciencia visual le sigue. Escuchamos un sonido y el oído se activa.
Confundimos esta continua interacción y actividad con la mente, pero en realidad es una corriente de estados mentales temporales que cambian de un instante a otro; una colección sin fin de pensamientos.
Una mente pura, Despierta, no tiene límites. Tiene el potencial de ser cualquier cosa, en cualquier lugar, en cualquier momento y nada puede pararla.
En resumen, somos esclavos de nuestra mente cuando nos pasamos el día con pensamientos en bucle basados en el miedo; o es nuestra arma más poderosa si la utilizamos con estrategia para construir la vida que queremos.
Namasté.
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